lunes, 20 de junio de 2011

Mi noche blanca del flamenco.

En una mano el disco-libro “Pensión Triana” para que Javier me lo firmase al terminar el concierto. En la otra, un bote de la bici con agua. Con mi paseo tranquilo por la ciudad de la Mezquita, sólo a ti llevaba en mi pensamiento. Me habría gustado que estuvieses allí conmigo, disfrutando igual que YO de la música de Javier....

De primeras fui a la República Argentina, a ver el ambiente que tenía Niña Pastori; vendrían a ser las una i media. Estaba de bote en bote, más gente era imposible, pero el respeto era nulo, aunque claro, normal. En mitad de la calle, borrachos tirados en el césped, tanta gente, bebiendo.... Sólo estarían disfrutando i escuchando los de la primera fila. Así las cosas, le escuché un par de canciones, mientras buscaba las cabezas más altas para saludar a mi amigo Gonzalo, sin fortuna, i me fui para las Tendillas, para ver el siguiente espectáculo.

Pensé que sería a las dos, hora que era más o menos, pero cuando llegué, me encontré que estaban recogiendo el escenario.

Entonces decidí ir a la Plaza de la Corredera, para escuchar el espectáculo allí presentado. Pero fue en vano, me perdí por Córdoba, normal en mí. No supe, ni sé, ni probablemente sabré, ir de las Tendillas a la Corredera, incluso, creo que ni con un callejero....

En esto amanecí, no sé como en la Mezquita, i me perdí un poco por la Judería, con la magnífica suerte, que supe volver a salir a la Mezquita de nuevo. Y es que tenía un pequeño dibujo echo en mi papel de cómo ir desde una esquina de la Mezquita a la Plaza Jerónimo Páez, sitio dónde tocaba a las tres i media de la madrugada el cantautor gaditano Javier Rubial, a quién YO iba a escuchar.

“Perdido” por la judería cordobesa, calles laberínticas imposibles i estrechas, i de noche, qué odisea¡! Pero no, aún no sé como, pero no me perdí, salí con éxito de nuevo a la Mezquita.

En este punto ya me decidí ir a la Plaza Jerónimo Páez, pues eran ya las tres menos poco. Pero mi dibujo sirvió de poco. Las calles que YO creí pintar en el papel con acierto, no coincidían en nombre, sí más o menos en ubicación.... Entonces en vez de amanecer en la Plaza Jerónimo Páez –sede del museo arqueológico, lo cual facilitaría mi tarea, al estar indicado- vine a salir a otra plaza dónde había otro espectáculo. Una foto i vuelta para atrás, esa no era. Entonces, con no mucho convencimiento, decidí seguir a la mayoría (¿Dónde va la gente?) con la fortuna i el increíble acierto de dar con tan mencionada plaza, con la consiguiente alegría que me supuso.

Estaba abarrotadísima de gente, de bote en bote, no sabía que Javier, de repente, se hubiera hecho tan famoso. La mayoría sentada en el suelo, en las escaleras.... Me acerqué hasta el escenario para preguntar, que por dónde saldría después Javier, para que me firmase el libro, i aclarada la duda, me quedé de pie en una esquina a esperar pacientemente.

Más tarde que pronto apareció Javier guitarra en mano, en el escenario. Delante de mí, tenía una cariñosa pareja, dónde él le propinaba constantes caricias, besos i abrazos a ella. Entonces me volví a acordar de ti, habría deseado tenerte en mis brazos, rozar tu pelo, besarlo.... No sabía que estuviese tan enamorado.... “i en su nido YO quiero anidar”, como dice una canción de Javier....

Las canciones fueron pasando, la magia se fue repitiendo, la música de Javier, me encanta, me emociona, me enamora, me hace sentir fenomenal. No cantó SORPRENDENTEMENTE, Pensión Triana, ni Atunes en el Paraíso, cosa que aún me pregunto ¿por qué?; pero cantó el Himno del Centenario del Cádiz, que ha compuesto –en un concurso de siete- para tan glorioso acontecimiento del submarino amarillo, cosa que no esperaba ciertamente.

Terminó el concierto casi a las dos horas después de comenzar, i esperé paciente hasta abordar la parte trasera del escenario para que me firmase el disco (pensé que era el único gilipollas que lo sostuvo durante todo el concierto, pero después ví que más gente lo llevaba, a no ser que lo compraran allí) i echarme una “arretrataúra” con el maestro. En este momento me volví a acordar de ti, le quise preguntar a Javier: “¿Oye, me das un consejo para conquistarla del tirón?. Igual tú tienes más experiencia en estos menesteres.”

Y casi sin perderme, volví a mi auto, felicísimo por tan genial concierto –la cuarta vez que lo oigo en directo-, por haberme firmado el disco, por la foto, por el paseo nocturno por Córdoba.... Por todo, pero melancólico porque me faltes tú.


Toda la noche de pie, paseando, i de prisa, de vuelta, porque a las siete i media salía la Peña, i los domingos, sin Peña, no son N A D A. Así que cientro treinta kilómetros i casi cinco horas a pedales, sin haber dormido nada la noche de antes.... Toda una LOCURA.

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