Esa noche dormí mal, me desvelé
bastante, apenas dormiría cuatro horas escasas. Me pasa siempre que tengo que
ir a algo importante por la mañana temprano; pienso que me quedaré durmiendo,
que no sonará el despertador, y que llegaré tarde.... Un sueño recurrente en mí
es que llego tarde a hacer un examen, que ya están todos sentados.
Dormir cuatro horas quizá no sea lo
más adecuado para hacer al día siguiente más de 250 kms. dando pedales (qué
sobre el papel era lo previsto), pero así estaba el cuerpo más activado, no hai
mal que por bien no venga.
Al final levantados –Miriam
también- a las cinco i cinco de la mañana, para desayunar i salir con calma
hacia Montilla, donde habíamos quedado con los demás a las seis i media. Por
delante: Montilla – Santa Amalia, unos 250 kms como he dicho antes.
Salimos dirección Espejo, con los
primeros rayos de sol, serían entonces las siete menos diez. De allí, rumbo
hasta la “llana”.
Éramos dando pedales diez, que con
agradable conversación i sin correr demasiado hacíamos camino, hasta el pueblo
natal de uno de ellos, Alfonso Sanabria, Santa Amalia, a pocos kilómetros de la
romana ciudad de Mérida. El atravesar Córdoba, nos haría perder mucho tiempo,
puesto que nos hizo bajar el ritmo, aún a pesar de ser temprano, había algo de
tráfico, además tuvimos la mala suerte de pillar la mayoría de los semáforos en
rojo, i créanlo: NOS PARAMOS EN TODOS. Para pedir respeto, hai que respetar.
Subimos por El Brillante; primeros kilómetros de subida, dirección
Villaviciosa, Villanueva del Rei.... A servidor se le da mejor subir que bajar,
así que de las bajadas con sus curvas –algunas más cerradas que otras- mejor no
hablar. Todos siempre me dicen que me relaje, que me suelte bajando, pero me
agobio, no puedo evitarlo, me veo “estrellao” en cada curva, haciendo un
“recto” en todas, i toco el freno más de lo que debiera; no sé por qué tanto
susto, pero es algo que no puedo evitar.... Iban pasando las horas, los
kilómetros, el ritmo del grupo era bueno, íbamos animados, conscientes de que
sí, serían muchos kilómetros, pero que sería también, un bonito reto que
superar. Para casi todos sería nuestro récord personal en cuanto a kilómetros
en un solo día se refiere. Y no todos los días se pasa de doscientos kilómetros.
De tanto dar pedales, perdí la
noción del tiempo. Me ayudaba también que en la pantalla del “carmen” (el Gps,
marca “Garmin”), no veía la hora, sólo kilómetros, tiempo, velocidad,
pulsaciones, temperatura, cadencia y % de pendiente. En un momento de la
jornada, pensé: “Serán ahora las once i media – doce”. Para mi sorpresa, cuando
cambié de pantalla para ver la hora, me asombré al ver que eran las dos menos
veinte. Psicológicamente me afectaba mucho el pensar que tendría que dar
pedales a las cuatro de la tarde –la siesta es sagrada-, pero fueron pasando
los kilómetros, las horas.... i al final ese “mal pensamiento” expiró
rápidamente. Sí que tenía ganas de que pasaran los kilómetros, de cambiar del uno al dos, pues la barrera de los
doscientos, entre otras cosas, emociona.
Para superar más pronto que tarde
el citado bajón, comí de pronto un gel i un plátano –tenía pensado esperar a
comer al kilómetro doscientos- pero las circunstancias lo requerían. Bebí en
ese momento también mucha agua, i por fortuna, para el ciento noventa i algo,
estaba plenamente recuperado, se me había pasado “la torta”. Me seguían picando
los ojos –me quité unos kilómetros las gafas que me aliviara un poco, con miedo,
pues había muchos mosquitos-, pero la sensación de sueño había pasado.
La entrepierna, que días atrás
había dado algo la lata, bien, no me molestó nada. Todos hablaban de lo
incómodo del culote por su bajo coste (por no decir aquí malo), pero en lo que
a mí respecta, genial. Cada vez que me sentaba sobre el sillín, cómo un guante.
Como ya dije anteriormente el no
llevar la hora, hizo que el tiempo, gracias también a la conversación del
grupo, pasara de forma agradable, i que no pesaran tantos los kilómetros,
aunque claro, doscientos kilómetros en las piernas, creo que le pesan a cualquiera....
Pero por suerte, el grupo siguió rodando con buen ritmo, todos animados,
sabedores de que conseguiríamos el objetivo: Llegar a Santa Amalia enteros.
Hacia el kilómetro doscientos
treinta i algo paramos a tomar una coca cola en la cuneta, i junto a Antonio
Castro i Daniel Sanabria nos quedamos los últimos. Tocó en este punto hacer un
sprint para enganchar con el resto del grupo. Lo que faltaba, una serie con
doscientos treinta i trés kilómetros en las piernas.... Por suelte lo
solventamos bien, las piernas llevaban gas, i ayudó también que alante un poco
pararon. Llegamos a Don Benito, el final ya se veía más cerca, pues desde esta
localidad hasta nuestra meta, quedan menos de veinte kilómetros, que para
entonces, no era nada. Decidí tomada la última coca cola, que no comería más,
estaba harto de geles, barritas.... Ya sólo pensaba en una fresquísima cerveza.
Bebía eso sí, mucha agua. Pero no tenía ganas de orinar sorprendentemente aún a
pesar de los muchos líquidos ingeridos. Dos ó tres fueron las veces que intenté
orinar, pero sin éxito.
La alegría del grupo era palpable,
quedaba mui poco para Santa Amalia, íbamos todos mui enteros, a ninguno nos
habían dado calambres, superaríamos el reto sin problemas. No está demás decir
aquí, que el ochenta por ciento del trayecto fui atrás, sin apenas tirar, sólo
cuando en un momento íbamos a relevos por parejas, i me tocaba ir alante, i
otra que Ciclos Paco me invitó a tirar, a lo cual accedí, tras su mucha
insistencia. Pero es que ante tantos kilómetros sólo se me ocurría guardar,
guardar, guardar i guardar. Ayudó también el aire, que no sopló tan fuerte como
en anteriores Montilla – Santa Amalia.
El paso por el puente romano del
siglo diecisiete de Medellín, es siempre más que emocionante, pues sabemos qué
luego es sólo girar a la izquierda, apenas seis kilómetros i ya hemos llegado a
Santa Amalia; además de por la gran belleza del mismo.
Lógicamente las piernas, a la noche
estaban algo doloridas, andaba con algo de cojera, pero era normal. Los ojos
estaban rojísimos, pero era algo normal también. Por lo demás todo bien, sin
ser consciente aún de lo conseguido, aunque tampoco creo que tenga mucho
mérito.
Pude cenar medio bien, aún a pesar
de tanta “mierda” como había ingerido en el cuerpo durante el día, un
güaitlabel con sevená fresquito, i antes de las dos de la madrugada a dormir,
que el día había sido lo siguiente a largo.
Gracias a los compañeros de viaje,
por tan buenos momentos, tantas risas, por hacer de éste día, un día
inolvidable, nada normal.
Gracias también a Antonio Castro,
José Antonio Arrabal, Ángel, Paco Ortiz, Paco Espejo, Pachi, Dani i Luis Miguel
Sanabria.
El año que viene, repetiremos.
Aunque pediría que no con tantos kilómetros, con hacer una vez la aventura:
bien va. Doscientos poco: está bien.
Salud i buen pedal.
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